Cuando vi Heretic (2024) —Herejes—, no imaginé que terminaría convirtiéndose en un recurso para mi curso de Teología Contemporánea. La película, que en apariencia es un thriller religioso, rápidamente me pareció un material perfecto para reflexionar sobre las críticas modernas a la religión, esas que surgieron con fuerza entre los siglos XIX y XX y que todavía resuenan en el pensamiento contemporáneo. Por eso decidí integrarla como herramienta de análisis en clase: su forma de confrontar la fe, la duda y la razón dialoga directamente con los temas que trabajamos en el curso.
La película despliega una tensión íntima entre lo religioso y lo racional. Aunque se centra en un contexto específico —dos misioneras de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enfrentadas a un hombre que las pone a prueba—, las dinámicas de duda, estigmatización y confrontación intelectual son aplicables a cualquier religión o persona de fe.
El guion resalta las dudas internas de estas jóvenes misioneras evangelistas, entregadas y sinceras en su propósito, al enfrentarse a un hombre que utiliza argumentos académicos manipulados para sembrar confusión. La película destaca la vulnerabilidad de su convicción frente a teorías críticas del siglo XIX o XX, que hoy permanecen como marcos de escepticismo intelectual.
Uno de los recursos que más me impresionó, y que conecta la película con un lenguaje cultural contemporáneo, es la forma en que integra Creep de Radiohead. No es solo un detalle de fondo: la canción suena durante largos segundos, incluso minutos, con todo el peso emocional de su letra y el tono existencial que la caracteriza. Ese momento en particular me encantó porque, además de ser un excelente tema de rock alternativo, la película lo utiliza como metáfora para hablar de identidad rota, de vulnerabilidad y de reconstrucción espiritual. Esa decisión artística le da un plus que hace que sea más fácil identificarse con la historia y le aporta un puente entre el cine, la música y la reflexión sobre la fe.
Además, la película refleja con crudeza la estigmatización y la burla popular que muchas veces sufren quienes viven su fe de manera comprometida. Esa mirada de desprecio social, de indiferencia o ironía, es retratada con una fuerza que duele porque resulta familiar para cualquier creyente que haya sentido la presión cultural en su entorno.
El enfrentamiento intelectual culmina en la respuesta que da una de las misioneras frente al antagonista. Me pareció ingenioso cómo el guion utiliza metáforas como el ejemplo de Monopoly o la idea de copias de copias para poner en tensión las religiones y sus bases. Ese juego intelectual es brillante porque refleja muy bien la crítica moderna que ve la religión no desde el dogma, sino desde categorías casi científicas.
Aunque suelo evitar thrillers religiosos porque suelen inclinarse más hacia el terror que hacia la reflexión, Heretic logra encontrar un equilibrio. No es una película de miedo en sentido estricto, sino un thriller psicológico con trasfondo espiritual que propone preguntas profundas: ¿qué hacemos con nuestras dudas? ¿cómo enfrentamos el desprecio social hacia la fe? ¿qué tan sólidos son los argumentos intelectuales frente a la experiencia viva de creer?
En definitiva, Heretic (Herejes) es una película curiosa, arriesgada y útil para el diálogo entre fe y crítica contemporánea. Mezcla religión, tensión psicológica y un cuestionamiento sincero a las creencias que la convierten en un recurso valioso tanto para el análisis académico como para la reflexión personal.